domingo, 27 de enero de 2008

La Biblia es Literatura

¿Sabías que la Biblia es también literatura?

Sí, es ese libro que cuenta las maravillas que el Señor hizo con su pueblo de Israel. Es como su baúl de los recuerdos.

"La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla"
Gabriel García Márquez, Vivir para contarla

La Biblia lo que seguro que no es es un libro de historia sin embargo la fe cristiana está basada en acontecimientos históricos. El Dios de la Biblia es un Dios que interviene en la historia.

Pero la historia que nos presenta la Biblia no es una película televisada. No asistimos nunca a los acontecimientos contados como si estuviéramos frente a la pequeña pantalla. En realidad, existe una distancia, a menudo considerable, entre los acontecimientos y su descripción en las Escrituras. Del mismo modo que Miguel Ángel no pudo tener como modelos a María y a Jesús para esculpir su Pietá, dado que María y Jesús vivieron quince siglos antes que él, así también los escritores bíblicos, especialmente los del Antiguo Testamento, escribieron a menudo mucho después de los acontecimientos que describen. Ahora bien, la Pietá de Miguel Angel expresa, con una intensidad digna de ser destacada, algo de la participación de una madre en la pasión y en la muerte de su hijo. Una simple recesión periodística no hubiera captado esta experiencia de la misma manera ni con la misma intensidad.

De hecho, los relatos bíblicos se encuentran a menudo más cerca de las obras de arte, como la Pietá de Miguel Angel, que de las rubricas de prensa o de los telediarios. No persiguen sobre todo la exactitud de la crónica fiel y detallada; buscan más bien -y en primer lugar- transmitir un mensaje existencial a propósito de los acontecimientos que describen. Dicho más claro pretenden "formar" antes que "informar". La significación del acontecimiento relatado es más importante que el "hecho en estado bruto".

Tomemos el poema del Mio Cid, algunas páginas del registro civil y del catastro, varios poemas de Juan Ramón Jiménez, alguna obra de Santa Teresa, un refranero popular, dos o tres aventuras de nuestro don Quijote, fábulas para niños, un código de leyes y algunas crónicas oficiales de cualquier gobierno, un pregón de Semana Santa, algún ensayo de filosofía, oraciones, uno o varios sermones de algún predicador famoso, una colección de leyendas populares... A continuación encuadernemos todos estos materiales en un solo tomo que resultará, obviamente, disparatado. Tendremos entonces algo parecido a la Biblia.

La Biblia no la planeó nadie. Nadie se puso a escribir la Biblia. Nadie proyectó de antemano su contenido, su orden, sus distintos libros y capítulos. Por eso he dicho antes que resulta disparatado. Este volumen fue formándose poco a poco, con el paso de los siglos, conforme se fueron amontonando textos y obras literarias que habían surgido para responder a las distintas circunstancias y necesidades del pueblo. La Biblia es la biblioteca religiosa de Israel.

Teniendo todo esto presente, podemos comprender que cada libro o cada fragmento nos está pidiendo una actitud distinta. No leemos lo mismo una novela policíaca que un texto de historia universal o un artículo sobre economía. Sabemos situarnos antes una obra poética y ante un diccionario. Todo esto parecen tonterías pero es bueno recordarlo porque no siempre se ha tenido en cuenta a la hora de manejar la Biblia.

Otro detalle a tener en cuenta a la hora de nuestro acercamiento a la Biblia es que los autores bíblicos escribieron hace miles de años, en una geografía que no es la nuestra, y desde una -y para unas- circunstancias históricas que no son las nuestras. Porque ellos escribían para sus contemporáneos. ¿Podremos conectar con ellos? ¿Seguirá siendo válido su mensaje para nuestra geografía y nuestra historia, tan distintas y tan distantes de aquellas? Tendremos que trasladarnos allí, a aquellos lugares y a aquellos tiempos, si queremos enterarnos de qué decía, por qué y para qué lo decían, y traducir entonces ese mensaje para nosotros, aquí y ahora. Para entender el Quijote a fondo es necesario estudiar la geografía y la historia de España de entonces, desde donde surgío y para las que surgío la obra de Cervantes. Nosotros, entonces, también tendremos que acercarnos a la geografía de las tierras bíblicas y a la historia del Pueblo de Israel.

Demos un paso más. Quizá piense alguien que, una vez leídos y entendidos esos autores humanos, es posible prescindir de su ropaje literario para quedarse con el mensaje de Dios puro y limpio de todo resto de adherencias humanas. La ecuación se formularía así: Biblia, menos literatura humana, igual a mensaje divino. Pero sería una ecuación falsa. Restar lo humano mutila también lo divino. En una obra literaria, y todas las de la Biblia lo son, no se puede separar la forma del contenido, la expresión y la idea abstracta expresada. La forma literaria no es sólo sostén externo del mensaje, sino que forma parte de ese mismo mensaje. En términos precisos: la forma es significativa. Y se demuestra: un poema no dice jamás lo mismo que dice su explicación en prosa. Por tanto, Dios nos habla a través de unos hombres que, a su vez, se expresan en unos obras literarias. La Biblia es pues, literatura, y sólo en tal literatura nos habla Dios.


LOLI GUZMÁN
JUFRA SEVILLA

3 comentarios:

fray antonio dijo...

Sí señor, Loli. ¡Así se hace!
Un buen artículo para formarse un poquito más como cristiano.
Un abrazo.
Antonio

gonZaLo. dijo...

Loli, está muy bien!!
me ha encantado. Joe, niña hay que ver lo que sabes. Dentro de poco empezarás a dar conferencias... jejejeje.
Cuidate y nos vemos, besos.

gonZaLo

Anónimo dijo...

Lástima que los católicos apenas leamos la Biblia, debería estimularse en la Iglesia el leer más las sagradas Escrituras.